martes, 15 de marzo de 2011

Las enseñanzas de Mingus


Hace unos meses tuve la suerte de disfrutar con la lectura de la alucinante pseudo-autobiografía del genial Charles Mingus, "Beneath the underdog", traducida en español como "Menos que un perro". Me sorprendió gratamente el libro, y no sólo como aficionado que soy de su música, sino por la gran calidad literaria que, en mi opinión, atesora el texto, plagado de interesantes reflexiones filosóficas y mucha chicha metafísica. Destaco especialmente dos detalles: uno, la buena mezcla entre realidad y ficción, que hace que sea prácticamente imposible distinguir dónde empieza una y dónde acaba la otra; y dos, la gran cantidad de alusiones sexuales explícitas que se reparten a lo largo de todo el libro. Sobre este último punto trata este post, ya que me he tomado la molestia de transcribiros un párrafo que creo que os puede ser de gran utilidad, y que es un gran ejemplo tanto de la mentalidad pornográfica de Charlie, como de las importantes enseñanzas que se pueden obtener de una lectura con fundamento. Además, después de arduas averiguaciones he llegado a confimar la sospecha que tenía desde que lo leí: a saber, que el viejo del que habla Collette no es otro que el mismísimo Greenberg. Bueno, sin más dilación os dejo esta joya de la literatura para que la imprimais y la pongais en un atril a la entrada de vuestra casa, entre el Quijote y la Constitución Española. Espero que disfruteis de su lectura y saqueis provecho de sus enseñanzas.

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Charles comenzó a frecuentar la casa de los Collette y el padre de actitud juvenil de cuando en cuando daba a los chicos breves conferencias sobre el arte de hacer el amor.

Les decía que el sexo era importante y que no tenía por qué ser algo sucio.

- No malgasteis vuestra juventud – les decía -. No os masturbeis. Aprended a controlaros. Descubrid a las chicas. La vida será un fastidio si dejais que sigan tomandoos el pelo. Escuchadme y os dareis cuenta que ellas os quieren más de lo que vosotros las quereis a ellas. En eso consiste el arte del sexo entre el hombre y la mujer. Ellas pagarían por el tipo de hombre comprensivo, porque casi todos los hombres creen que a una mujer no le gustan los dulces como a él, que ella piensa que lo que él quiere hacerle es repugnante. Y entonces, cuando al final ella accede, él la trata como si ella fuera un receptáculo, como una máquina orgásmica. Ni siquiera le da unas palmaditas en la cabeza cuando acaba. Un viejo sabio me contó una vez una historia. Me dijo: “Si pruebas lo que te voy a contar, todas las mujeres que toques volverán a pedirte más dulces y te dirán que nunca les han hecho nada igual en toda su vida”. Esto es lo que me dijo el viejo, y yo, chicos, debería cobraros por estos consejos. Un día vendreis a casa y me ofrecereis dinero y me direis: “Vaya si tenías razón, Collette”.

» Lo que este viejo me dijo fue: para los que no tienen un talento natural, ahí van algunas buenas reglas para follar. Bésala. Juega un rato con ella. Luego inserta tu rama de menta, la punta solo, el capullo. Restriégala un buen rato por la raja, contra el clítoris, éntrala un poco y sácala, de abajo arriba y en círculos hasta que la hayas puesto caliente. Harás el amor así durante horas, besando, jugando, chupándole los pechos y toqueteando ese conejito precioso, hasta que empiece a suplicar. Entonces no arremetas sin más. Introduce el capullo amable y suavemente.

Todo aquello era impresionante viniendo de un adulto. Charles estaba ruborizado, pero Buddy sonreía, pues ya había escuchado todo eso antes. Ahora, en su madurez, él y Charles a veces hablan de aquellas conferencias.

Pa continuó:

- Cuando esté bien húmedo, empapando ya las sábanas, no se lo hagas en plan fenómeno blanco. La clásica follada de siempre, sin más. La mejor posición que encontró aquel viejo fue de costado, con ella tumbada de espaldas porque él era pesado. Ella ya se muere de ansia, pero tú sigues con las travesuras, dándoselo gradualmente. Quédate tiempo sólo lo suficiente para que sepa qué dulce tienes, pero retírate si intenta cogerlo, sal de todo y recorre los bordes de los labios. Entonces, de pronto, entra a fondo con todas tus fuerzas y déjala ahí, firme y tiesa, y mécete a ambos lados. Luego retírate, sácala casi toda. Juega. Muévela en cualquier dirección, pero tan delicadamente que ella apenas note que se mueve, Tensa y relaja los músculos. Eso a ella le da una sensación de latido. Empezará a intentar cogerla otra vez. Sácala. En cuanto desista y se acomode sobre sus nalgas, penetra con todas tus fuerzas, retrocede rápido, y ataca otra vez enseguida. No te muevas durante unos instantes cuando esté bien dentro. Mantén la tensión y mécete, luego retírate otra vez con suavidad. Esta vez deja que su carne mullida se aferre a ti; ella intentará seguirte y retenerte dentro. Ahora empezará a rogarte a ti y a todos los santos que le hagas lo mismo que antes. Nada de eso. Sigue jugando y provocándola un poco más. Si ella nunca ha hecho nada parecido, empezará a volverse loca, llorará y suplicará. Entonces... cuando tú lo decidas... dáselo otra vez, fuerte, deprisa, hasta lo más hondo. Entre y quédate allí y mécete de un lado a otro, bésala y mécela en un estrecho abrazo. Después empieza a relajarte y finge que te separas. Sácala. Y si ella no te agarra y ruega y te pide que por favor la folles a tu manera, ¡te pongo un Cadillac de esos en tu portal!... Bueno Charles, tú inténtalo con la próxima chiquita que te busques. Observa la diferencia en su reacción. A ver si no te dice estas mismas palabras: “¡Charles, nunca en la vida me lo habían hecho así!”. Y a ver si tú no querrás pagarme cincuenta o cien dólares por los resultados obtenidos.


2 comentarios:

Gon dijo...

Enorme. Es una suerte que alguien te cuente estas cosas cuando eres un chaval.
"Y si ella no te agarra y ruega y te pide que por favor la folles a tu manera, ¡te pongo un Cadillac de esos en tu portal!"

Maddie dijo...

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